martes, 16 de junio de 2009

Más allá de la sangre amazónica

Las lecciones que nos deja el conflicto de Bagua, en la selva peruana, es que el mundo actual se encuentra ante un dilema: o los negocios o la Tierra. Y cuando decimos el mundo no nos referimos a un grupo de ecologistas o algunas ONG enemigas, supuestamente, del progreso. Nos referimos a grandes movimientos políticos mundiales en los cuales participan la mayoría de los gobiernos desarrollados, preocupados por el efecto invernadero, por el cambio climático y por la responsabilidad que tienen en ello las grandes industrias que conforman lo que conocemos como la sociedad moderna. Sin embargo, el poder hegemónico e imperial lo tiene Estados Unidos quien, por obvias razones, se niega a ver de ese modo las cosas.

La modernidad

La sociedad moderna es una idea acerca de la vida y del ser humano. Se comenzó a configurar en Europa muchos años antes de la Revolución Francesa y consiste en un giro total a las concepciones hasta ese tiempo imperantes que eran de origen religioso. Por lo general se atribuye su nacimiento a una pugna de poder entre el grupo dominante, la aristocracia, con otro con ansias de ocupar su lugar: la burguesía. En las aristocracias, la idea principal es que la sociedad humana se halla dividida en clases de personas, como en una colmena, y que cada quien debe cumplir y respetar el lugar que le ha tocado vivir. Todo el poder se encuentra en la clase superior, aquella nacida para mandar, y quien es la llamada a usufructuar todos los beneficios. Por otro lado, en el caso de la burguesía, ésta sostiene que no existen tales clases, que todos los hombres nacen iguales y que es la sociedad la que distribuye los roles.

De ambas posiciones se derivan unas respectivas verdades universales y absolutas, y toda sociedad que se derive de ellas y lo que ésta produzca debe afirmar dichos presupuestos. Cualquier insinuación que diga lo contrario es entendido como un acto subversivo contra dicho sistema.

Sin embargo Estados Unidos sigue siendo moderno

En la etapa actual de la historia humana que nos ha tocado vivir nos encontramos ante una instancia del desenvolvimiento de la posición o filosofía de la Modernidad, la cual conlleva lógicamente toda una serie de ideas acerca del modo de ser y de vivir que el humano debe tener para ser considerado como tal. La Doctrina de los Derechos Humanos es igualmente un reflejo muy claro de ello puesto que allí lo que se busca es adaptar de la mejor manera al hombre a este tipo de concepción. Lo mismo las nociones de progreso, desarrollo, futuro, crecimiento, evolución, mercado y un largo etcétera; todas estas ideas no son más que el desagregado que se desprende de la idea madre: la Modernidad, que plantea que el hombre es el dueño y explotador de la naturaleza y que ese es el objetivo de su existencia.

Pero una rápida observación al mundo contemporáneo nos demuestra que existe una confrontación y una pérdida de fe en esta filosofía. Incluso se habla, pero solo en Europa, de una posmodernidad, queriendo dar a entender con esto el desagrado que produce hoy la Modernidad en los que alguna vez creyeron en ella. Existe entonces un desencanto sobre lo bueno que ésta era y una desilusión al ver los efectos negativos que produce en la naturaleza. El problema es que el imperio norteamericano aún no lo ve así puesto que se halla en la cresta de la ola y es el principal usufructuador de ello. Eso significa que éste continuará un tiempo más con las ideas de desarrollo, progreso, poder y dominio que la Modernidad le ha brindado. De ahí se explica el porqué de las últimas decisiones tomadas con respecto al control de la Tierra (invasiones, instalaciones de bases en más de 200 lugares, colocación de cientos de satélites y control del espacio sideral).

El único jugador

Nada pasa en el mundo contemporáneo que no tenga que ver con los intereses de Estados Unidos. Ni el más pequeño conflicto o arreglo en el rincón más alejado le es ajeno. En estos momentos él es el único jugador en el tablero, y parte de su astucia consiste en hacer creer que existen otros jugadores, cuando en realidad es él el que los pone y los define como tales, haciendo de ellos simples títeres de su voluntad. Incluso crea sus propios enemigos hechos a su medida, como el llamado “terrorismo”, que no es más que el demonio medieval resucitado como comodín para acusar a todos de todo lo que sea necesario, desde una simple palabra hasta cualquier hecho trivial. El más insignificante acto humano que Norteamérica considere inconveniente puede ser tachado de “apología al terrorismo”.

En estas circunstancias, y tomando en cuenta el inmenso poder que Estados Unidos tiene, no se puede imaginar que el conflicto de Bagua sea una excepción a la regla —puesto que éstas en política no existen— y que no haya tocado sus intereses. Sabemos por la cartografía satelital que toda la amazonía está milimétricamente delimitada e identificada, incluyendo las propiedades bioquímicas de su subsuelo. Ellos conocen muy bien qué potencialidad futura tiene y qué se puede esperar de ella para los próximos años en los que todavía imperará la gran nación del norte. Casi se puede decir que toda ella ya es de su propiedad y que difícilmente se va a dejar arrebatar el control que tiene sobre ella. Esto significa que, inevitablemente, la idea de la Modernidad, cabalgando sobre la fuerza militar del Pentágono, será implantada tarde o temprano en esta región del planeta, con las consecuencias en el medio ambiente que ya todos conocemos pero que a ellos todavía no les importa.

La amazonía ya tiene dueño

Pase lo que pase el Perú, Brasil, Ecuador, Colombia y Bolivia no podrán impedir oficialmente su destino pues ya está decidido. Habrá protestas, marchas, confrontaciones y muchos muertos, pero estos valiosísimos recursos amazónicos, que aseguran el agua, el petróleo, el uranio y mucho más para el futuro, no pasarán a manos chinas ni de otras potencias sino que serán de uso esencial y exclusivo para los Estados Unidos. Así lo dicen los estudios de geopolítica que, lamentablemente, en los países sudamericanos, no tienen ninguna relevancia puesto que les resultan, increíblemente, puras fantasías o teorías de la conspiración, tan irreales como les parecen las leyes de la física cuántica o el proceso de división del átomo. Es la risa del ignorante.

Pero nos guste o no la planificación para el mañana sí existe y no es ciencia ficción. Los últimos en enterarse, como siempre, serán los habitantes de los países en cuestión, más preocupados en vender sus recursos naturales para poder comprar pantallas de televisión y PC portátiles. Para ellos eso es sinónimo de modernidad y progreso, con lo cual demuestran que, ideológicamente, aún se encuentran en los albores de la Revolución Industrial.

¿Alguna solución? La filosofía andina

¿Habrá algo que pueda evitar este destino? Siempre se debe terminar un análisis con algo de esperanza y con un aporte de posible solución. Pues sí la hay. Pero esta no vendrá, como siempre, de afuera, de la intelectualidad europea (pues ésta está en la absoluta decadencia, más necesitada que nadie de ideas) sino de las nuevas filosofías que surjan en los mismos lugares condenados a desaparecer. Ante una situación tan dramática como la que el imperio pretende (continuar explotando hasta lo último de la Tierra y luego hasta el Universo mismo) deben proponerse concepciones sobre la vida y el ser humano opuestas a esta noción.

Para ello felizmente Sudamérica cuenta ya con una base sólida que es la filosofía andina, a la cual no se le da todavía la categoría de tal por pura marginación del imperio que no desea que exista otra verdad más que la suya. Esta es una filosofía que no es de raíz occidental y que propone la convivencia con la Tierra como eje fundamental para la vida del hombre. No es un simple ecologismo que apunta más a un naturalismo; es un replanteo del objetivo de nuestra especie. Todas las ideas fuerza que se requieren para salvar, no solo al hombre sino a la Tierra, se encuentran, en nuestra opinión, plasmadas en esta forma de pensar. Lo que falta entonces es que los intelectuales sudamericanos descolonicen su mente y empiecen a mirar a otros sitios que no sean la civilización hegemónica occidental como única opción. Porque si ellos no lo hacen nadie lo va a hacer y no va a haber forma de impedir la catástrofe.

2 comentarios:

  1. me parece k no diced ni pio dec lo k uno busca

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  2. te doy la razon yo tambien me lleve un fiasco.

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