lunes, 20 de junio de 2011

La filosofía andina y el buen vivir (Allin Kausay)

Cada vez se hace más conocida la iniciativa de plantear una alternativa a la Sociedad de Mercado que provenga de las canteras andinas. Hasta el momento una de las más exitosas es la concepción del Buen Vivir (Allin Kausay, Sumak Kausay o en aimara Ñande Reko en su denominación quechua) que está siendo utilizada hasta por diversos gobiernos latinoamericanos, como Ecuador y Bolivia, en sus mismas legislaciones.

Si bien esta expresión recoge un valioso pensamiento propio de la cultura andina lo que aún falta es una sustentación dirigida hacia los sectores “no indígenas” (los llamados mestizos) que escape de su ámbito étnico. Si no lo hace se corre el peligro de caer en posiciones extremas y peligrosas que llevan, en vez de a la unión intercultural, a una imposición exclusiva de una raza o cultura. Eso finalmente solo lleva al rechazo y a una condena universal, justa o injusta, que hoy se ha hecho patente debido a la estrategia norteamericana de identificar a sus enemigos de manera cultural y religiosa (el mundo musulmán).

Por lo tanto es necesario subsanar esta posibilidad haciendo el máximo esfuerzo para que el análisis de las ventajas de dicha idea sea compartido y entendido por todas las personas de todos los orígenes y criterios, asumiéndolo no como la expresión de la rebeldía de un pueblo sino como una verdadera alternativa para toda la humanidad.

Para ello se requiere acudir a otros elementos de juicio de carácter más universal; y tal vez uno de los más apropiados sea la filosofía. Al igual que la arquitectura, el arte o la poesía, la filosofía es también una manifestación propia del ser humano, independiente de la cultura que éste profese. No hay pueblo en la historia que haya carecido de estos universales, de modo que mal se haría en pensar que solo algunos puedan haber poseído determinados atributos que otros no tuvieron. Incluso los pueblos trashumantes, que no edifican ciudades, cuentan con nociones y aplicaciones de cada una de éstas, como lo demuestran la elaboración de tiendas de campaña que son los rudimentos para futuras manifestaciones arquitectónicas. Que dichas obras no están tan desarrolladas como en otras sociedades no les quita su esencia de ser lo que son.

De modo que para poder desarrollar el concepto del Buen Vivir entre aquellos que no pertenecen a una comunidad ancestral andina o latinoamericana se debe necesariamente entroncar ello con una manera específica de filosofar que no provenga de las canteras occidentales. Si no fuera así se caería en el riesgo de terminar donde lo hacen todos: en el entrampamiento de tener que definir las cosas a través de los ojos griegos y latinos y de cómo ellos imaginaron al hombre y al mundo. Eso culminaría en inútiles esfuerzos por encontrar la manera occidental de traducir dicha idea con lo que se llegaría a los lugares más comunes de la filosofía académica contemporánea, la cual se halla lejos de tener dicha preocupación y temática.

Lo mismo para el caso de la filosofía. Decir que solo un determinado grupo cultural la ha tenido es lo más cercano al racismo y totalitarismo étnico que ignora lo obvio en pro de una imposición y un dominio prepotente. Más allá de los intereses propios de la política de turno lo cierto es que todos los pueblos practican necesariamente una filosofía. El problema radica en que si se quiere entenderla solo a la manera de uno de ellos es lógico que no se la va a encontrar en ninguno otro. Similar a lo que pasa con la arquitectura si es que se pretendiera decir que a ésta solo se la puede llamar así cuando se realiza a la manera occidental o como la hicieron los antiguos egipcios, lo cual es un absurdo.

Pero si bien está clara la intención el problema radica en el cómo, de qué manera se puede asumir la existencia de un filosofar andino distinto al occidental pero igualmente válido. Para ello obligatoriamente habría que amplificar la mirada hacia atrás, hacia una etapa previa a la de los griegos, para así encontrar el tronco principal del cual parten todas las filosofías o, si se quiere, la filosofía como tal. Llegando a las raíces iniciales será más sencillo deducir hacia dónde se extienden el tronco y las ramas. Con este panorama más universalista es cómo se lograría escapar de una cárcel cultural y comprender al fenómeno humano como una experiencia transcultural y no un proceso civilizacional de Occidente.

Únicamente así es cómo se podrá entender los orígenes y fines de la filosofía y cómo ésta adquiere diferentes matices y estilos a lo largo de la historia. Allí se descubrirá que en cada cultura la filosofía se manifiesta de un modo particular y específico de lo cual surgen todas las sociedades dadas (y se entenderá también que antes del acto está el pensamiento, la idea, y que ella antecede a todo lo demás, por lo que la filosofía tiene que ser de todos modos el precedente del accionar humano).

No es motivo desarrollar en este escrito tan amplio tema sino solo sembrar la inquietud entre quienes comparten dicho intento y creen en las capacidades que esta propuesta le puede ofrecer al futuro del ser humano. Más adelante daré algunos adelantos sobre este particular no sin antes decir que todo ello se encuentra en mi libro El impulso filosofante de pronta publicación.