sábado, 20 de junio de 2009

¿Es la filosofía un producto de Occidente?

El filosofar es algo que está dentro de la esencia humana, y que si Occidente lo hizo empleando la razón eso no significa que los otros pueblos la tengan que hacer así. Lo que falta es descubrir cuáles son esas formas de filosofar no occidentales.

Una de las principales trabas por las cuales la mayor parte de los pueblos de la Tierra no le encuentran sentido a su propio filosofar es debido a la insistencia de parte de la civilización occidental de considerar a la filosofía como creación exclusiva suya. Esto se explica porque, al ser la filosofía la actividad más elaborada que el ser humano produce, este privilegio se lo reserva el dominador como una demostración de su superioridad. De ahí que a la filosofía, planteada como un apéndice de Occidente y como una demostración de su excelencia, se la coloca como ajena al contexto de los pueblos del mundo. Occidente exige a los pocos que ansíen acceder a su filosofía que éstos se transculturalicen y que adquieran la forma de ver y de pensar occidentales para así poder utilizarla. Pero pasemos a analizar que tan cierto es esto.

Nuestra igualdad biológica

De momento que el ser humano no es solo individuo sino colectividad, especie, eso lo lleva a compartir con sus congéneres todos los atributos que esta situación exige. Las sensaciones básicas son las mismas para todos. Sabemos que, si estamos ante otro ser humano, éste va a sentir hambre, frío, dolor, alegría y placer, al igual que éste debe hablar, cantar, pensar y soñar. Hasta ahora nadie ha encontrado a alguien de la especie humana que tenga algún atributo mayor o que le falte, así sea un humano de los llamados primitivos o aquel que vive rodeado de artefactos en alguna ciudad moderna. Ni la ciencia, ni las máquinas, ni el rango social ni el poder hacen distinto a un humano de otro. Por lo tanto, decir que un pueblo siente o piensa más que otro resulta un absurdo por cuanto nos consta que todos lo hacemos, solo que de un modo diferente.

Los aditamentos como el vestuario, las máquinas, los artefactos, la utilería y todo lo que el humano puede acumular no transforman la esencia humana; y cuando todos estamos desnudos, de la región del planeta que seamos o con el conocimiento que tengamos, todos seguimos siendo seres humanos, sin otras diferencias que nuestras peculiares formas de ser. Lamentablemente el orgullo y la vanidad humanas no están dispuestas a aceptarlo y se prefiere creer que entre un hombre y otro hay más diferencias que entre él y su perro. Eso es lo que lleva a hacer afirmaciones que el tiempo ha demostrado que son solo justificaciones o excusas para sostener las más grandes injusticias.

El síndrome del pueblo elegido

Se suele decir que unos pueblos son más inteligentes que otros; más capaces, más ingeniosos, más elevados, más distinguidos, etc., con lo cual se justifica la discriminación y la explotación. Dentro de la lista de razones para demostrarlo está el del poder filosofar. Se dice y se repite hasta la saciedad que solo un pueblo ha sido capaz de desarrollar esta virtud especial que ningún otro ha conocido ni poseído. Lo argumentan aduciendo una serie de climas y de organizaciones sociales peculiares que, mágicamente, llevaron directamente a la aparición de la filosofía. Pero si todos pensamos, sentimos, razonamos, elaboramos, creamos e inventamos mundos ¿por qué solo lo griegos filosofaron? Es lo mismo que sucede con el pueblo judío en el sentido de que, si todos somos hijos de Dios ¿por qué solo ellos serán sanos y salvos y dominarán sobre los pueblos de la Tierra, como está escrito en su Biblia? Puede que para ellos todo esto tenga sentido y lógica, pero para el resto de las naciones nos resulta un total y completo absurdo que ningún juicio sano puede estar dispuesto a sostener.

El filosofar, como el amar, el sentir o el cantar, es una actividad no de griegos sino de seres humanos. El sentido común nos dice que en todas partes se cuecen habas y que, si en un sitio se practican las matemáticas, en el otro también se hará, obviamente que de otra manera. Hasta el momento no se ha encontrado algún pueblo, cultura o nación que tenga algo que otras carezcan o a la inversa. El fenómeno humano es único en el tiempo y en el espacio, por lo que no existen razas inferiores o superiores. Sostener que solo un pueblo inventó la escritura, el arte, la arquitectura y que los demás no —o que solo uno es el elegido por Dios— carece de toda lógica. Lo mismo con el filosofar.

Por otro lado decir también que porque la palabra es de origen griego entonces es una obra exclusiva de ellos es igualmente un error, ya que una gran mayoría de palabras de uso técnico y científico tienen en Occidente ese origen y nadie afirma, por ejemplo, que la música o la poesía la inventaron los griegos solo por el hecho que estas son palabras provenientes de su gramática. Si algo es cierto para una palabra tiene que serlo para todas.

Se puede decir que algunos pueblos desarrollaron algún artificio técnico o científico más que otros, como la pólvora o el papel en la China o las pirámides en Egipto, pero ello está dentro del terreno de los descubrimientos de las propiedades de la naturaleza, cosa que no hace al descubridor más o menos capacitado sino, en el mejor de los casos, más o menos interesado en el tema. Todos los pueblos de la Tierra han desarrollado la medicina, la arquitectura, la música, la poesía, el idioma, la religión y un largo etcétera con matices y diferencias de grado, de intensidad, de interés o de desarrollo. Pero es notorio que en ningún caso se atribuye esto a una supuesta superioridad o inferioridad para hacerlo. Simplemente las historias de los pueblos son distintas y apuntan a diferentes objetivos y circunstancias. Insinuar que tal pueblo, por no descubrir alguna propiedad o función de la naturaleza, es menos que otro es solo una demostración de ignorancia, la misma que exhiben los racistas y prejuiciosos que simplifican todo sin querer entender nada.

¿Por qué entonces esa idea de encontrar en un solo pueblo una habilidad que se supone existe en todos los hombres, con matices y estilos peculiares? La explicación, reiteramos, se halla en la necesidad de dominio, en la idea de justificar el por qué unos usufructúan el poder y la riqueza en desmedro de otros. La civilización occidental encuentra allí, en lo más profundo de la esencia humana, que es la filosofía, la razón de su prevalencia actual, argumentando que es gracias a su mayor capacidad intelectual y disposición mental que se ha hecho imperio mundial.

Pero en todos los estudios sobre el hombre y su entorno físico no existen pruebas que ratifiquen esa afirmación. No hay, insistimos, ningún pueblo que haya poseído o posea un atributo especial que le haya puesto por encima del resto de su especie. Si se admite que en un pueblo existe la poesía debe también reconocerse que la hay también en todos los pueblos. Todos los estudios antropológicos así lo demuestran. La prueba más palpable es el comprobar que no ha habido ninguno que no posea un lenguaje, una organización, una visión del mundo y una concepción del ser humano.

La filosofía es un fenómeno de nuestra especie

Hay cosas que nos hacen comunes a todos los seres humanos y una de ellas es la filosofía. El que no se practique como el dominador de turno lo hace no significa que no exista, y allí está la madre del error y de la falsedad que apunta a tratar de convencer a los demás que existe un tipo de humano con características superiores a los demás. Sin embargo hay quienes afirman que la diferencia es de grado, algo así como la que existe entre una choza y un edificio inteligente. Pero esa es solo también una artimaña lógica, puesto que se compara a la casa de una familia con una construcción masiva. En tal caso la comparación debería ser entre, por ejemplo, la pirámide de Kufú o Machu Picchu y un rascacielo newyorkino, y allí no estamos seguros de cuál sería mejor.

Por otro lado esta opinión se estrella contra la realidad del contexto, en el sentido que cada lugar desarrolla lo más adecuado para su medio ambiente (nadie haría en la selva una casa de concreto como las de la ciudad) así que las comparaciones deberían enmarcarse dentro de un análisis lógico. Un hombre desnudo y en estado de éxtasis no es inferior a uno vestido y en actitud de pensar, puesto que hasta los más racionales occidentales hacen el amor diariamente (desnudos y sin emplear la razón) y no por ello son menos capaces que los que en ese momento están trabajando.

A pesar de esto hay quienes están dispuestos, por razones netamente mundanas (como el puesto, el dinero, las relaciones con el poder, etc.) a sacrificarse por Occidente en aras a sus intereses y afirman categóricamente que la filosofía es una obra exclusiva del pueblo griego. Lo dicen porque, al hurgar en otras culturas, no encuentran algo parecido a ella. Obvian el hecho que cada pueblo tiene sus estilos y peculiaridades y que no en todas partes la gente se viste con traje inglés; pero sí se viste. Que los griegos, Occidente, hayan filosofado y filosofen a su manera nos parece muy bien y nos alegra, pero de ahí a decir que esa es la única filosofía y que no puede haber otra es un equívoco.

Eso solo se entiende como producto de un estado de dominación cultural debido a una superioridad netamente militar y científica. No debemos olvidar que no existe una relación directamente proporcional entre ciencia, poder y fuerza con sabiduría, cultura y arte. Muchos pueblos en la historia fueron dominadores durante siglos, pero eso no significó que hayan sido los más cultos, inteligentes, sabios, artísticos o sensibles (algunos de ellos fueron los romanos, los asirios, los mongoles, los aztecas y los incas). Las mentes simples suelen confundir las cosas y creer que el más poderoso es al mismo tiempo el mejor en todo y eso no es así. El Occidente actual tiene muchas virtudes y fortalezas frente a las cuales los demás pueblos aún no pueden oponerse, pero de ahí a afirmar que en todo son superiores es demasiado.

Muy por el contrario, sus años de mayor apogeo científico, la época actual, ha significado la desaparición de la sensibilidad, de las emociones, de la tranquilidad de espíritu y muchas otras cosas más que antes había desarrollado con buen nivel. Si descartamos aquello en lo que más destaca, como la tecnología y la ciencia, vemos que Occidente ha perdido todo el terreno que alguna vez tuvo, también en la filosofía. Entonces no hay un pueblo “elegido” ni uno superdotado; todos compartimos la grandeza y la miseria de ser seres humanos. Lo que hay que hacer es redescubrir las formas filosóficas de los pueblos actualmente dominados para así demostrar que el camino de la justicia pasa también por devolverle a la especie humana una facultad que es suya y no de uno de sus pueblos.

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