martes, 23 de junio de 2009

La filosofía ¿escrita u oral?

Una de las ideas contemporáneas más comunes es creer que la filosofía solo puede expresarse a través de lo escrito, en forma de ensayo o monografía, y siguiendo ciertas reglas establecidas por el mundo académico. Pero si bien la escritura tiene ventajas, ofrece también dificultades que pueden inutilizar el gran poder liberador que de por sí tiene la filosofía.

Desde que el ser humano aprendió a conservar y transmitir sus ideas mediante la escritura logró trasladar a sus descendientes muchos conocimientos muy necesarios. Pero al convertirse también la filosofía en escritura ésta terminó siendo útil solo a los poderosos, quienes, al ser los únicos capaces de entenderla, se apropiaron de sus conocimientos para emplearlos de acuerdo con sus intereses (lo mismo que hicieron con las ciencias). Quiere decir que la filosofía se ha encerrado a sí misma en el oscurantismo de la letra escrita y se ha convertido en un galimatías inútil para las mayorías.

Cuando escribir es ocultar

La explicación a todo esto obedece a que normalmente los sistemas imperantes de turno, en su devenir histórico, suelen establecer los parámetros a los cuales los seres humanos deben ajustarse para que sean considerados adaptados y sean aceptados por la sociedad. Es así que, en la actualidad, al filósofo se le ha designado el papel de ser solo un profesional del concepto, un estudioso dedicado a la investigación de la generalidad en las bibliotecas y cuya función principal es dar clases dentro de un determinado sistema educativo, reforzando de ese modo las verdades de la época. En pocas palabras, al filósofo contemporáneo se lo acepta siempre y cuando esté encasillado en el lugar que el sistema quiere y haciendo lo que le exige: escribiendo.

Sin embargo, cuando observamos los resultados de su trabajo, vemos que con lo escrito se ha perdido la fuerza y el encanto que la filosofía solía tener. La filosofía, al haber abandonado su capacidad oral y expresiva, se ha vuelto una actividad solo apta para expertos que operan con símbolos y claves gráficas, con lo cual se ha alejado de la sociedad y del hombre común. El ser humano promedio no es un lector de análisis sino uno de mera información, que se entera solo de lo indispensable para su vida y de aquello que el sistema quiere que sepa. Por lo tanto los libros filosóficos no se han hecho para él, siendo eso también lo que el poder busca: que el individuo-masa se halle ajeno a lo que sus congéneres han descubierto o desarrollado en el pensamiento. Esto es, en última instancia, lo que paraliza a la sociedad y congela la historia. Entonces escribir un libro puede ser una forma sofisticada de ocultar un conocimiento en vez de gritarlo a viva voz.

Los filósofos no hablan

El filósofo occidental contemporáneo ha perdido el habla y la sintonía con el hombre común. Muchos incluso, cuando se dirigen a la gente, solo atinan a leer textos en voz alta, ignorando que no es lo mismo hablar que comunicar, pronunciar que expresar, escribir que decir, tocar que acariciar. El pensamiento, al convertirse en un arte escrito, además de segregar a la gran mayoría de la humanidad que no suele leer (aunque lo sepa hacer, que no es lo mismo), se transforma en una expresión de tipo conjugatoria y matemática, más semejante a un juego de adivinanzas que a un lenguaje asequible. Los propios filósofos se pierden y se enredan entre las palabras y se complican la vida tratando de analizar los símbolos gráficos en vez de preocuparse por su significado y por su trascendencia.

Se lee pero no se entiende

Pero algunos dirán que con la escritura las ideas son más precisas, mejor analizadas, corregibles y hasta pueden llegar a un mayor número de personas. Hay mucho de cierto en ello. Sin embargo la realidad nos demuestra que no todo es así. Por mucho que los libros se encuentren por millones al alcance de todos, eso no significa que se lean. Es como si la cura de todos los males se encontrara en un libro que está a la vista pero que a nadie se le ocurre abrirlo; o como colocar en la red electrónica mundial toda la literatura china pero escrita en chino. Si bien es verdad que está allí y gratis, para que lo lea cualquiera, de nada sirve porque casi nadie habla chino, salvo los chinos.

Lo mismo pasa con la filosofía: pueden existir numerosos libros de ella y se pueden encontrar al alcance del individuo más modesto, pero aunque se lean tampoco se los va a entender porque la comunicación escrita exige algo más que saber deletrear las palabras: implica interpretarlas cuando están combinadas, para lo cual hay tener unas condiciones mínimas de conocimiento. En nuestra sociedad moderna un obrero puede saber leer, pero carece de la necesaria paciencia para hacerlo con un texto largo y difícil, de la capacidad de comprensión para captar frases que poseen varios sentidos (suspicacias), de la experiencia de vida y del roce social como para contrastar lo que lee con los hechos personales y de la capacidad para realizar una evaluación de todo comparándolo con otras fuentes de información.

Finalmente afirmar que se escribe para que otros puedan emplearlo como documentación es una verdad a medias, ya que eso obedece a la ausencia de debates públicos y populares en nuestras sociedades. Y además todo lo que se escribe necesariamente se ha pensado antes. Nadie redacta cosas que antes no se tengan en la cabeza. Por lo tanto decir que se escribe para poder recordar es más bien un problema mental para retener información. Miles de seres humanos en la historia han podido guardar una enorme cantidad de datos gracias a formas nemotécnicas hoy perdidas y que nadie se interesa en rescatar.

Las razones del poder

El problema está por un lado en que los estudios filosóficos no desarrollan el habla sino solo la escritura, desdeñándose la potencia que la palabra hablada tiene y minimizando la capacidad de memoria del ser humano. Por el otro en que es posible que esto sea intencional, puesto que el habla resulta siempre más peligrosa que el papel debido a que cuenta con elementos adicionales como la expresividad, el énfasis, la emocionalidad, etc., además que para oír no se requiere de esfuerzo ni preparación, como sí lo necesita el leer, que es de por sí algo más complicado y exigente. El poder, sabedor que la filosofía es capaz de destruir y crear mundos, prefiere entonces tenerla lo más domesticada y controlada posible. Por eso evita que se exprese oralmente, porque se convertiría en una filuda arma política que iría en contra de la injusticia, de la explotación y, por ende, del mismo poder dominante. Por último, si por alguna razón inexplicable la industria del papel desapareciera y ya no se pudiese escribir ni publicar ¿dejaría el hombre de filosofar?

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