viernes, 22 de julio de 2011

Una vez más: ¿qué es la filosofía?

La filosofía no es ciencia (algo que, lamentablemente, en la época actual se ha entremezclado y se cree a pie juntillas) y este error lo vienen cometiendo a todo nivel tanto los más reputados académicos como los estudiantes que los siguen. Las fronteras entre las dos actividades humanas, muy específicas y diferentes, se han borrado y ya no se sabe cuándo se está haciendo ciencia y cuándo filosofía.

Pero ello no es novedad; ya en la Edad Media europea, cuando imperaba la religión, la filosofía se apegó a ésta y ambas también se confundieron dando origen a diversas corrientes de pensamiento originales e interesantes (la patrística entre ellas). La línea adoptada por la filosofía actual se debe fundamentalmente a la preponderancia de la Sociedad de Mercado la cual necesita de la ciencia —en especial, de la tecnología— para la elaboración de sus productos de consumo.

De modo que no porque la religión o la ciencia provean de valiosa información la filosofía tiene necesariamente que adaptarse como un camaleón solo para “no sentirse inútil”. El filosofar tiene un objetivo completamente ajeno a estas dos respetables actividades humanas y es: el problema del hombre como Ser Humano (la ciencia lo enfoca como cuerpo y la religión como espíritu).

El tema de ¿qué es la Humanidad, lo humano? (no qué es su organismo en particular) es lo propio de la filosofía, aspecto que incluye a la ciencia y a la religión como productos de tal fenómeno. Pensar que pueda existir la ciencia o la religión fuera del hombre es todavía una teoría; hasta ahora estos son conceptos derivados de las ideas que el hombre tiene según las circunstancias por las que atraviesa en su devenir histórico.

Siempre el humano vivo y contemporáneo cree tener la mayor razón y piensa poseer el conocimiento “más grande jamás alcanzado por la humanidad”. Eso es parte de nuestra naturaleza y comprenderla y estudiarla es lo propio del filosofar (no así la investigación de la materia, de las cosas en sí).

La ciencia puede y debe estudiar todo lo que quiera a la naturaleza, pero ello no implica que lo que se diga sobre ésta es un fiel reflejo de lo que ella es. Recordemos que las leyes de la física han sido abordadas de muchas maneras y todos los métodos han respondido a los intereses del momento, lo cual significa que no existe una sola y única forma de conocer el mundo no humano. Incluso hasta ahora existen modalidades desconocidas que han manipulado a la materia con mejores resultados que los que se obtienen con las técnicas más modernas.

Esta visión panorámica del hombre y del conocer va más lejos que la científica pues ésta solo se limita y debe limitarse a lo concreto, a lo objetivo, mientras que el estudio del hombre como ser, como ente ajeno a las leyes naturales y como realidad compleja, es terreno de la filosofía. Querer abordar un campo con las herramientas del otro puede ser muy creativo e innovador, pero muchas veces lleva a conclusiones ficticias.

Una de estas es el caso del conocer. La ciencia no es autora ni de lo humano ni tampoco de la noción de conocer. Quien estudia, determina y aplica la idea de “qué es conocer” es la filosofía, pues es un mecanismo netamente humano y que, por lo que se sabe, no se da fuera de ese contexto. Recién a partir de la formación de una idea sobre “el conocer” es que la ciencia puede empezar a ejercer sus funciones. Sin esa base teórica y previa un individuo puede vivenciar múltiples experiencias y acumular ingentes cantidades de objetos sin saber qué hacer con ellos.

De modo que el terreno filosófico se concentra en el estudio de la realidad humana integral y es allí donde debe estar; ir más allá (como algunos “filósofos científicos” pretenden) sería imprudente pues se toparía con las funciones propias de la ciencia y de la religión. Esto no implica que no pueda existir una sana interrelación entre ellas pues eso retroalimenta nuestra existencia (ya que la vida no es un conjunto de estancos o casilleros ajenos los unos de los otros sino todo lo contrario).

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